Friday, 29 March 2024

El mundo en que vivimos y el modo como los medios de comunicación nos lo presentan a diario, está de muchas formas caracterizado por el crimen.

Esto da lugar a titulares que se leen y se escuchan en todo el mundo, mientras que hay otras crueldades que no se consideran como los crímenes brutales que en realidad son, como por ejemplo la explotación abusiva de la madre Tierra, la destrucción de la atmósfera que protege la Tierra de la irradiación cósmica, sin olvidar los crímenes contra los animales para la producción de carne, para la producción peletera, para los experimentos con animales y mucho más.

Frente a estas contravenciones de consecuencias tan graves para los animales y la naturaleza, la mayoría de las personas de la actualidad se comportan tan a la ligera, porque apoyándose en una correspondiente legislación estas aberraciones son elevadas a legalidad, es decir a un derecho del mundo, y a menudo, lo que es el colmo del cinismo, se presentan al pueblo ingenuo con la bendición de la Iglesia como que son «gratas a Dios».

Consideremos tan solo las leyes de protección animal, las que para los animales no son más que una farsa que solo sirven para tranquilizar la conciencia del pueblo, pero prácticamente no sirven para proteger a los animales.

Mientras se trate a los animales del modo como se procede con ellos, y esto dentro de una sociedad que se denomina a si misma «cristiana», las así llamadas leyes de protección animal no valen ni el papel en el que están escritas. Y mientras los animales solo sirvan a la sociedad, permítase que se diga así, para ser devorados y engullidos, y mientras no se considere ni se proteja en absoluto al ser con vida y animado que hay en ellos, la criatura de Dios, los animales no tendrán ni la más mínima oportunidad de llevar a cabo una vida digna, porque la llamada sociedad cristiana carece en gran medida de educación ética y moral.

Las proposiciones de ley que presentan los proteccionistas para proteger mejor a los animales, fracasan siempre por culpa de los partidos que se llaman a sí mismos «cristianos» y que consideran suficiente la protección animal cimentada en la legalidad vigente. ¡Que burla, que cinismo, qué testimonio de pobreza espiritual el de las personas que piensan de este modo –si pensamos en los millones y millones de animales a los que se despelleja y descuartiza vivos! Por no mencionar la manera brutal como se mantiene al ganado.

Pero por desgracia para los animales, en los escaños parlamentarios se sientan representantes de un pueblo que en lo ético y lo moral tiene evidentemente un desarrollo muy inferior, por lo que en los debates solo contribuyen con palabras vacías y huecas al tema de la protección animal. Un esquema que al fin y al cabo significa: guerra contra las criaturas de Dios, guerra contra los animales.

Mª José Navarro

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