Friday, 29 March 2024

Montevideo, Uruguay | AFP | por Ramiro Barreiro

El carnaval más largo del mundo vive en Uruguay y conserva una tradición ancestral: las Llamadas de candombe, un evento que congrega a dos barrios populares y ofrece a los vecinos una oportunidad para ganar dinero extra en medio de una economía estancada.

Andrés González tiene 35 años y es organizador de eventos. En octubre de 2014 se mudó junto con un amigo a una amplia casa del barrio Palermo de Montevideo, justo en la calle Isla de Flores, por donde pasan los tambores. Ese febrero descubrió que podía trabajar en casa.

La de este año es su quinta Llamada, la primera desde que decidió dejar su empleo en una empresa porque es "de las personas que quieren escaparle a las ocho horas de oficina" y porque su terraza, o azotea, como le llaman los uruguayos, le reditúa mucho más en apenas dos noches al año.

"Con las Llamadas pago seis meses de alquiler", confiesa a la AFP en el mismo espacio que acondiciona con bombitas de colores y en el que este año recibe a una treintena de personas que encontraron su casa en Mercado Libre, y pagan 2.000 y 3.000 pesos uruguayos cada uno (entre 60 y 90 dólares) para vivir seis horas de puro candombe, carnes asadas y cerveza.

Alquiler de baños y azoteas, venta de cerveza, refrescos, nieve artificial o máscaras son el rebusque de cientos de personas que esperan durante todo el año que llegue el mes de febrero.

Unas 100.000 personas de todo el mundo se cuentan año tras año. Ximena Martínez, gerente de la agencia de turismo receptivo Transhotel, dice que "los europeos aman las Llamadas, el año pasado vinieron 20 finlandeses que se emocionaron hasta las lágrimas y quieren volver".

El pasillo de la pensión que conduce María Isabel Pérez lo conocen hasta los chinos. La mujer hace cinco años que ofrece su baño "a voluntad" y vende cervezas.

"Con lo recaudado pago muchas cuentas, teléfono, deudas y esas cosas. Aproximadamente cubro tres meses, si la llamada anda bien y no llueve", afirma.

"La máxima fiesta popular"

Un personaje clásico desde los inicios de las Llamadas es Julio Sosa, más conocido como Kanela. Se autoproclama "el último mohicano" y sus 65 años al frente de la comparsa "Tronar de Tambores" lo respaldan.

"Antes nos juntábamos 15 o 20 muchachos y nos íbamos formando. Eramos seis o siete comparsas hasta que tuvimos la feliz idea de oficializar las llamadas, allá por el año 1964", recuerda en diálogo con la AFP.

La inversión (unos 25.000 dólares) y el esfuerzo, según el hombre, valen la pena: "Las llamadas son la máxima fiesta popular donde se expresan las naciones negras, donde de todos los barrios convergen cuerdas de tambores -alrededor de 2.000- y miles y miles de bailarines y bailarinas se muestran durante dos días".

"La primera vez que salgo en las Llamadas, es en el año 2005, con 'Al Toque Cardal' que deja de salir en 2009, y paso a desfilar con Kanela y su 'Tronar de Tambores' hasta la fecha en forma ininterrumpida", rememora la ministra de Cultura y Educación de Uruguay, María Julia Muñóz, ahora, en su rol de "candombera".

"Las Llamadas son un timbrazo a la sensibilidad de una triste historia, la de los esclavos traídos contra su voluntad a nuestras tierras, pero que no perdían la alegría de vivir y la esperanza de ser libres. Son energizantes, pues se nutren de su pasado liberador", opina la mujer.

"Para los vecinos, su barrio se convierte en la centralidad de un país que festeja al ritmo de las lonjas, su oscuro pasado que transformó en igualdad, y que lucha por la equidad con la alegría de conseguirla, y superar las actuales dificultades", agrega.

Patrimonio Cultural de la Humanidad

Las Llamadas de tambores, declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por Unesco, recrean una legendaria costumbre de las tribus africanas, al punto que las comparsas llevan nombres alegóricos a esa cultura y sus religiones. Yambo Kenia, Elegguá, Kalumkembé y Umbelé son algunas de ellas.

Cada comparsa está integrada por unos 30 tamborileros, una "vedette" (bailarina principal), y varios personajes típicos, como los "portabanderas", "mamas viejas" (representante de la dignidad de la mujer negra) y "escoberos" (malabaristas); entre otros.

Las miles de personas dispuestas a la vera del camino intentan tocar alguna de las gigantes banderas que flamean sobre sus cabezas para "atraer a la suerte" y animan a los artistas cuando el cansancio asoma en sus rostros, camuflado por el maquillaje, tras tocar y bailar durante los 900 metros que dura el trayecto.

Nadie vive triste las llamadas, mucho menos los vecinos de Barrio Sur y Palermo, a quienes el carnaval les alegra el corazón, el espíritu... y el bolsillo.

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